No
podemos hablar de la familia como cristianos sin tener primero como
eje principal a Cristo. Cristo es nuestro pilar, y Cristo
nos muestra sencillamente que Él es Camino,Verdad y Vida.
Como
cristianos libremente nosotros venimos a recibir un Sacramento, el
sacramento del Matrimonio. Y en este sacramento no somos dos
solamente los que estamos presentes en este compromiso de formar una
unidad de por vida, de construir una familia. Es una nota que nos
diferencia. En nuestro matrimonio por medio del sacramento
incorporamos a Cristo. Recibimos su gracia y su apoyo para fundar
esta familia, una Iglesia doméstica. Y cuando recibamos a nuestros
hijos, ¡ojo!, no como un derecho, sino como un don, una gracia de
Dios, tenemos que ser los que proyectemos sobre ellos la fe que hemos
recibido para que vivan el camino a la santidad a la que todos los
bautizados estamos llamados. La familia estamos llamados a ser
colaboradores de Dios, co-creadores con Él. Estamos llamados a
donarnos y a donar a la Iglesia más hijos, nuestra familia.
La familia es el lugar privilegiado donde se puede trasmitir la fe. No hay catequista, por mucha preparación y mucha experiencia que tenga, que pueda superar el ejemplo de una madre cuando le enseña a su hijo a rezar a la Virgen o de un padre arrodillado ante el sagrario. Tenemos la obligación de mantener esa llama encendida de la realidad que creemos firmemente que no es ni más ni menos que Cristo.
Tenemos
que tener una clara mirada y ser consecuentes con nosotros. Somos
cristianos y queremos permanecer en Cristo, lo tenemos que mantener,
proyectar
y propagar. Mantener en
nosotros
la fe, proyectarla sobre nuestros hijos, sobre nuestra familia y
propagar a nuestro alrededor, a todos los que nos rodean. Y si
estamos en Jesús, no será una tarea difícil. Una familia que se
quiere, una familia cristiana que vive la fe no necesita hacer
grandes cosas. Con su alegría, con su vivencia cristiana son
testimonio de
Jesús
en el mundo actual, que tan necesitado está de amor, de alegría, de
coherencia, de fe...
Esa
es una misión importantísima de la familia. La familia tiene que
ser evangelizadora. Y conscientes de la importancia de esta tarea la
Iglesia en general y nuestra parroquia en particular cuenta con una
Pastoral de Familia. Un lugar y un tiempo de encuentro donde
aprender, compartir, propagar nuestra fe, para que cada día nuestras
familias sean
más santas y puedan ser fermento de santidad en la sociedad que nos
rodea.
Hemos hablado de contar con Cristo en nuestro matrimonio. Algunas personas se preguntarán ¿Cómo vamos a tener a un extraño entre nosotros? Para eso tenemos que conocerlo, enamorarnos de Él, como hicimos con nuestro novio o novia. ¿Dónde podemos conocer a Jesús? En el Evangelio y en la Eucaristía, la Santa Misa. Acudiendo asiduamente a los sacramentos, escuchando su palabra en la Sagrada Escritura. Y una vez que lo conozcamos, que seamos parte de Él y Él sea parte nuestra, tendremos que hablar con Él, mediante la oración. Oración constante, individual, en familia, en la parroquia…
Por
eso volvemos a insistir en invitaros a participar en la Pastoral
Parroquial Familiar. No penséis que es un compromiso muy grande,
tenemos solamente
una reunión mensual, donde recibimos una formación cristiana sobre
distintos temas que afectan al matrimonio, a la familia, a los hijos…
Y no sólo invitamos a los novios que estáis próximos a casaros,
también a los matrimonios que ya lleváis unos años casados. Así,
en
este mundo donde nos están vendiendo la precariedad y la
provisionalidad de la familia, podéis
ser testimonio y ejemplo del verdadero
amor
y la fidelidad si
contamos con Cristo.