TODOS
HEMOS SUBIDO A SU CRUZ
Un
montañero se disponía a cumplir una gran hazaña: subir uno de los
picos más altos del mundo. Unos se interesaban por la aventura, a
otros, por el contrario, les era indiferente.
Pero,
el alpinista, antes de iniciar su epopeya decidió colocar en el
centro de una gran plaza un inmenso pergamino para que, todo aquel
que lo deseara, estampara su firma y él lo dejara en la cumbre de la
montaña a conquistar. Todos, deportistas o no, fueron uno a uno
rubricando sus nombres, historia, vida y deseos. El montañero, días
después, emprendió su viaje con la satisfacción de que llevaba en
su mochila cientos, miles de nombres que estarían para siempre
cosidos a su aventura.
Viernes
Santo. Todos estamos cosidos a la cruz. Jesús, que con
nombre y apellidos nos conoce a todos, ha subido por nosotros al
monte más alto y, tal vez, a la cumbre más dolorosa y levantada por
el hombre: el Gólgota. ¡Lleva, Jesús, nuestros nombres contigo!
¡Deja, atada a ese madero, nuestra vida fácil y cómoda! ¡Lava en
el agua de tu costado la vida turbia de nuestros pensamientos, deseos
o palabras!
Viernes
Santo. El Señor no está sólo. Está acompañado de
todas nuestras miserias y deficiencias. ¡Cuánto peso hemos puesto
sobre su cruz, cuando delante de nosotros, ha pasado por la vía
dolorosa! ¿Qué ves, Señor, desde ahí arriba? ¡Veo el horizonte
redentor! ¡Os veo a vosotros! ¡Veo a mi Padre! ¿Qué nos dices,
Señor, desde la azotea del mayor escándalo cometido hacia el hombre
más justo y bueno? ¡Os digo lo de siempre! ¡Os quiero! ¡Os amo!
¡Os perdono! ¡Dios, por mí, os recuperará definitivamente!
Viernes
Santo. El peso de nuestras faltas, es insensible en la mano de
Jesús. Paga un alto precio, su vida, pero lo hace consciente de su
misión: vino para rescatamos y… nos liberta en la lucha con el
mal, con la duda, con la noche oscura, con el cáliz amargo...pero
nos libera. Sólo quien se siente débil o pecador es capaz de
estremecerse ante la verdad de la cruz. Nuestras fragilidades han
hecho levantar en lo más alto del monte una cruz. Por nuestro amor
muere el Señor y lo hace, no postrado en un lecho, sino desgarrado
en una cruz. ¿Puede hacer alguien algo más por nosotros?
-Jesús,
a su paso por nosotros, también quiso recoger todas nuestras firmas
antes de subir a la cruz: se hizo eco de las del rico y también de
las del pobre; asumió la historia del enfermo y la del humillado; se
enteró de la situación de la mujer pecadora. Nadie ni nada fue
indiferente para Él. ¡Todo por el mundo y por el hombre
-Jesús,
en medio de la plaza de nuestra vida, puso una gran mesa. Una mesa en
la que hemos aprendido a ser hermanos; a perdonarnos; a rezar y a
vivir con los ojos mirando al cielo.
-Jesús,
antes de emprender su subida a la cruz, se ha preocupado de vivir con
nosotros, de compartir nuestra condición humana, de curar heridas,
de poner muchas cosas en su sitio y, a Dios, en el corazón de muchos
de nosotros.
Ahora
no le queda sino ascender por aquellos que preferimos quedamos en el
llano. Ser exaltado en un madero por aquellos que preferirnos ser
aplaudidos desde mil palcos. Perdonar, por aquellos a los cuales nos
cuesta torcer algo de nosotros mismos.
¡Gracias,
Señor! Por subir, cuando nosotros no nos atrevemos.
¡Gracias,
Señor! Por bajar, a esos infiernos a los que estábamos llamados.
¡Gracias,
Señor! Porque, tus dolores, evitan los nuestros.
¡Gracias,
Señor! Porque, sin conocer el pecado, cargas con los de todos
nosotros. ¡Gracias, Señor! Porque pudiendo decir tanto, nos haces
llegar escasas 7 palabras. ¡Gracias, Señor! En la cruz, sigues
empeñado en regalamos: una Madre y un amigo, María y Juan.
¡Gracias,
Señor! En la cruz, haces lo que siempre nos enseñaste, ¡Perdónales,
no saben lo que hacen!
¡Gracias,
Señor! En la cruz se funde la llave del infierno para que, ningún
hombre, pueda encontrarla y sólo se dé con la que abre las puertas
del mismo cielo. ¡Gracias, Señor! Porque, desde la cruz, la cuerda
que sobra es empleada para rescatarnos y no dejarnos abandonados a
nuestra suerte.
¡Gracias,
Señor! ¡Qué gran amor! ¡Qué gigantesco amor cuando, además de
ofrecerse, es el no va más cuando deja clavarse!
Déjanos,
Señor, por lo menos desde lejos...acompañarte.
¡¡¡GRACIAS,
SEÑOR!!!