Corpus Christi (en latín,
"Cuerpo de Cristo") o Solemnidad del
Cuerpo y la Sangre de Cristo, es la fiesta de la Iglesia
católica destinada a celebrar la Eucaristía.
Este día recordamos la institución de la Eucaristía
que se llevó a cabo el Jueves
Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo
y en su Sangre.
La
celebración se lleva a cabo el jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad,
que a su vez tiene lugar el domingo siguiente a Pentecostés (es decir, el Corpus Christi se
celebra 60 días después del Domingo
de Resurrección). Específicamente, el Corpus Christi es el jueves que sigue al
noveno domingo después de la primera luna llena de primavera del hemisferio
norte. Así existía el refrán “Hay tres jueves
que brillan más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la
Ascensión”. En España esta fiesta ha sido trasladada al domingo
siguiente para adaptarse al calendario laboral, salvo en algunas ciudades que mantienen
esta tradición el jueves.
El origen
del Corpus Christi se
remonta a 1263, donde en Bolsena (Italia) al romper el sacerdote la Sagrada Hostia durante la
celebración de la Eucaristía, brotó sangre de la misma. La noticia del milagro
se divulgó rápidamente y un año después el Papa Urbano IV instituye esta solemnidad en el calendario
litúrgico para recordar dicho milagro con la finalidad
proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia
permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna
de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo
Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser
verdaderos monumentos de la piedad católica.
La procesión con el Santísimo
consiste en hacer un homenaje agradecido, público y multitudinario de la
presencia real de Cristo en la Eucaristía. Se acostumbra sacar en procesión al
Santísimo Sacramento por las calles y las plazas o dentro de la parroquia o
Iglesia, para afirmar el misterio del Dios con nosotros en la Eucaristía. Esta
costumbre ayuda a que los valores fundamentales de la fe católica se acentúen con
la presencia real y personal de Cristo en la Eucaristía.
Una manera de participar en este
homenaje y manifestación pública es la preparación de altares al paso de la
procesión. Cada familia, las asociaciones, cofradías, hermandades, colocan en
las calles por las que discurre un altar con una imagen de Jesús, la Virgen María
o un santo, adornado con flores, colgaduras y elementos que recuerdan la
eucaristía, como puede ser pan, espigas de trigo, vino, racimos de uvas… En
cada uno de estos altares se detiene la Custodia, y el sacerdote eleva oración.
En algunos pueblos se tiene la costumbre de adornar las calles con tapices multicolores
hechos de flores o de serrín sobre la calzada por la que discurre la comitiva.
Nuestro pueblo ha retomado esta
tradición de colocar altares con mucha fuerza, llegando el pasado año a colocar
unos treinta por las calles donde pasó es Santísimo Sacramento.
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