jueves, 14 de noviembre de 2013

TESTIMONIO MISIONERO

Leopoldo Rivero, sacerdote, misionero en Perú, ha compartido con los fieles de Hornachuelos su testimonio de misión, en una tarde de convivencia y formación. Este jueves día 7 de noviembre, junto con los sacerdotes Tomás Pajuelo, Rafael Ochando y nuestro párroco Francisco José Delgado, celebró la Eucaristía a las siete de la tarde. Posteriormente, en el salón parroquial, aprovechando la hora de formación semanal de adultos,  dirigió a los asistentes una charla
coloquio sobre su labor en Picota, en la diócesis de Moyobamba. En esa provincia en la selva de Perú la diócesis de Córdoba mantiene una misión. Dos sacerdotes atienden a más de cien parroquias, a algunas de las cuales no pueden ir nada más que una vez al año. Pero, según manifestó, en esas situaciones tan precarias encuentran como las personas tienen hambre y sed de Dios, y dan testimonio de su fe. Y gracias a la labor de los animadores parroquiales, que dirigen las celebraciones y catequesis en ausencia de los sacerdotes se mantiene en esas comunidades la llama de una religiosidad viva y fructífera.
Durante el año que lleva en Picota, el padre Leopoldo, ha podido comprobar como las principales carencias son en lo referente a la sanidad y a la educación. Aparte de otras muchas, como infraestructuras o comunicaciones. Así, la labor del misionero es llevar a las personas el mensaje de Jesús, al tiempo que se les lleva la dignidad de que todos somos acreedores.
A continuación, Tomás Pajuelo, delegado de la Adoración Nocturna en la diócesis de Córdoba, explicó su labor en este sentido y animó a los presentes a iniciar en Hornachuelos un pequeño grupo de Adoración. Afirmó que la oración da frutos en las parroquias en las que se implantan estos grupos de Adoración.

Se terminó con un animado coloquio en el que los sacerdotes fueron resolviendo dudas y respondiendo a preguntas de los participantes en esta charla formativa.


viernes, 1 de noviembre de 2013

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios."         -San Agustín
"Cada uno se presentará ante el tribunal de Dios para darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de lo malo."              - Santa Biblia

El 1 y el 2 de noviembre nuestro pensamiento se remonta hacia la eternidad, al recuerdo de los santos y de los difuntos. La fiesta de los Fieles Difuntos responde a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Pero en el Purgatorio hay alegría. Y hay alegría, porque hay esperanza; en él sólo están los salvados.
Noviembre, mes de los difuntos, de las hojas caídas, de los días cortos y del invierno en puertas, tiene para la gente un carácter funerario. Para nosotros debe tener un aspecto pascual y luminoso, el mismo que llena de resplandores a la muerte cristiana.
El mes de noviembre es un mes eclesial. Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos el Dia de Todos los Santos). Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.
     Sin querer se nos ha metido una mentalidad pagana al hablar de la muerte.Miramos sólo un aspecto terrorífico y macabro, la corrupción del sepulcro, elabandono de todos, la soledad de la tumba. Esa mentalidad es poco de cristiana. Nosotros estamos afianzados en la virtud teologal de la esperanza, como dice el Credo: "Espero la resurrección de los muertos". La muerte aterra a muchos porque interiormente tienen una mentalidad pagana.
El cristiano "no se muere", en sentido pasivo, y con su muerte acaba todo, sino que "muere", es decir, entrega su alma al Creador. El cristiano no muere solo, sino que muere con Cristo.
San Pablo decía a los fieles de Tesalónica: "No os entristezcáis, como los demás que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, también Dios, a los que murieron por Jesús, los llevará con Él... Consolaos, pues, con tales pensamientos" (1 Thess. 4,12-13.17).
Con nuestras buenas obras y oraciones -nuestros pequeños méritos- podemos aplicar a los DIFUNTOS los méritos infinitos de Cristo. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46). La piadosa idea de la "conmemoración de los fieles difuntos" nació con San Odilón, abad de Cluny, que determinó, hacia el año 1000 que en todos sus monasterios, dado que el día 1 de noviembre se celebraba la fiesta de Todos los Santos, el día 2 se tuviera un recuerdo de todos los difuntos. De los monasterios cluniacenses la idea se fue extendiendo poco a poco a la Iglesia universal.
Los muertos jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan, interceden y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.